Soy un
hombre más del montón, parecido a todos y diferente a la vez.
En el lugar donde reparten las almas a los seres humanos me dieron un corazón inquieto, apasionado, sensible, noble, franco, leal, justo, intuitivo, selectivo, con buen gusto y libre para amar. Un corazón que aprendió sin arrogancia a ser gentil sin ser suave, fuerte sin ser rudo y amable sin ser débil, humilde sin ser tímido y valioso sin ser agresivo, meditabundo sin ser flojo y agradecido sin ser servil.
Tengo la edad de mis ilusiones y soy de esa especie que aún cree en el
amor.
Me apego a los buenos afectos y pongo el corazón en el seguimiento de mis pasiones.
Tampoco soy perfecto; soy un ser humano, una persona con defectos y virtudes, con miserias y riquezas, con sombras y luces, pero creo en la necesidad del mejoramiento.
Tengo fe en la tenacidad de mi voluntad, pero también me acosan las ironías de la vida y necesito respuestas cuando el enigma impone sus preguntas.
No me gusta jugar a la mentira y a los elegidos por mi corazón les doy mi vida en garantía.
Si tuviera que confesar una insatisfacción sería justamente mi ignorancia; lo más que se logra conocer es una gota del vasto océano, pero lo importante es la pasión que se ponga en alcanzar esa gotica.
No es mucho el cariño que necesito pero sí un suministro constante, no necesariamente tiene que ser perfecto pero sí imprescindiblemente sincero.
